lunes, 20 de septiembre de 2010

Pero yo quiero mis esquites we

Esperaba frente a la juguetería, volteando por todos lados reconocí que estaba en alguna parte de mi pueblo, uno de los portones como así se les llama a esos espacios que están alrededor del jardín central y el palacio municipal. Era una jugueteria enorme, estaba sentada en una barra con los pies en algunas bicicletas rojas, eran unas 8 o 9 del mismo tamaño y color.
Mi madre me platicaba acerca de la esposa de fulano el hermano de alguien, yo veía a una señora que arreglaba el suéter de su hija, tenía el cabello corto y disparejo, color negro con mechones rosas y azules.

- Yo seré algún día así- dije mientras la observaba.

Mi madre la miró y se levantó diciendo que iba por pepitas a la tienda de enfrente. La vi alejarse y cuando volví a ver dentro de la jugueteria ya no era eso, era una farmacia enorme; intenté levantarme pero me enredé con las bicicletas tirándolas todas y golpeándome las nalgas de un sentón.
La gente me ignoró completamente, de repente a lo lejos en la tienda más grande del pueblo vi a la señora de los esquites, busqué a mi madre hasta ubicarla con la mirada le dije que regresaba.
Corrí hasta ella, pero se alejaba más y más. Antes de llegar a la señora, me topaba con un amigo de la secundaria que trataba de hacer plática, lo empujé para seguir corriendo. Crucé una calle y finalmente la alcancé, estaba rodeada de mucha gente que hablaba sin parar. Mientras yo veía a las demás personas y lo que estaba encima de la parrilla, detrás del carrito de hot dogs había un hoyo enorme en la pared, me asomé y había un barranco congelado.

Colgando de una soga estaba una niña con vestido negro que me gritaba que la subiera antes de que cayera más. Voltee para que me ayudaran y estaba sólo, miré de nuevo a la niña y le grité:

- Espera, deja buscar a la señora de los esquites y regreso.

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